Expresar los sentimientos es poner en palabras (o acciones sanas) lo que realmente sentimos: alegría, tristeza, enojo, amor, miedo, gratitud… Es permitirnos ser humanas, vulnerables, sinceras con nosotras mismas y con los demás. No se trata de dramatizar, ni de explotar emocionalmente, sino de reconocer lo que sentimos y darle un espacio para salir con respeto y claridad.
Cuando guardamos lo que sentimos por miedo, por costumbre o por querer parecer siempre "bien", vamos acumulando tensión interna. Esa tensión se refleja en el cuerpo: en la piel, en el brillo de los ojos, en la postura, en la voz. Reprimir emociones puede llevar al estrés crónico, al insomnio, a desequilibrios hormonales... todo eso impacta negativamente en nuestra salud y por supuesto, en nuestra apariencia.
Cuando te permites llorar cuando algo duele, reír cuando algo te alegra, o decir “esto no me gusta” cuando algo te incomoda, estás honrando tu verdad. Esa conexión contigo misma genera paz interior, y la paz se nota: en la mirada, en la piel, en el modo de caminar.